jueves, 23 de abril de 2015

Las cenas familiares en Nochebuena

viernes, 29 de diciembre de 2006
Guión de un monólogo
Hola, muy muy buenas noches, noches amiguitos y amiguitas. Saludos cordiales a todos los presentes. Buenas noches, noches a todos y a todas, sin excepción alguna. Es viernes, y hoy vamos a tratar un tema que, por lo menos a mí, me da mucho coraje. Venga, vamos ya al turrón.

¿Sabéis? Desde que deje de ser niño, siempre odié las navidades, pero no porque haya que escribir, no se cuantos Christmas, yo soy de los antiguos, y la mayoría de manera de ellos, de forma hipócrita, comprar tropecientos regalos obligatoriamente o tengas que ir por la calle sonriendo como un puto gilipollas. No, odio la Navidad, por la cena con la familia, la cena de Nochebuena. Es quizás, pienso yo, la noche más hipócrita del año, seguro. Y si no escuchen atentamente.

Que lo de noche, vale, pero lo de buena... Yo mejor la llamaría la Noche de Halloween. Porque solo te apetece (gesto de dar puñaladas a diestro y siniestro) ¡ñic, ñic, ñic!


Y ya hablando de referencias cinematográficas, si lo analizas detenidamente, cenar con tu familia en Nochebuena, es como ir al cine gratis. Al principio, aquello es como una película coral de Luis García Berlanga. El timbre de la puerta no deja de sonar y la cocina de tu casa se parece al camarote de los Hermanos Marx. Claro, todo el mundo viene contando su pequeña historia, y cada cual tiene un momento de protagonismo. Eso si, una buena Cruzcampo fresquita y espumosa, que no falte en ese momento.

Luego, cuando todos se han sentado, la película se transforma en un cruce entre Médico de familia, por la cantidad de comida que hay sobre la mesa, y una versión cutre de Cosas de Casa.

Todos quieren hacer alguna gracia, pero nadie lo consigue... Cuentan los mismos chistes añejos de las navidades anteriores. Yo creo que es, por si lo habíamos olvidado. Definitivamente, yo hago el papel de Steve Urkel. O sea, de pringao. Si, de pringao puro y duro.

Pero si para esa Navidad tienes novia, es posible que te toque ir a cenar a la casa de tu parienta. Eso es totalmente infumable y si me dan a elegir, me quedo en mi casita cenando un bocata de chope y un botellín de Cruzcampo. Yo no se, pero todas mis novias, tampoco vayáis a creer que es una lista interminable, tienen unos padres fachas, unos cuñados fachas y estoy hasta las pelotas, de escuchar alabar al puto Paquito de los cohone y su puta madre...

También, casi todas mis novietas, tienen un hermano de personalidad distraída, vamos, que le gusta cosé pa la calle, pisha, y siempre me toca a mi izquierda en la mesa, vestido para la ocasión, todos tienen el mismo patrón, traje blanco satén, corbata rosita y pañuelo del mismo color, asomando por el bolsillo superior de la americana y bien embadurnado de perfume femenino Amor, Amor... No tengo nada en contra de la gente que le huele la espalda a Varon Dandy, pero coño, que mala suerte tengo. Creo, que en la otra vida, tuve que ser un joputa de musho cuidao...
 
Por no decir a la prima fea que siempre tienen mis parientas. Será güena gente, no digo que no, pero es mu fea, incomoda de mirar, miarma. Encima de que es más blanca de piel que las tetas de una monja, para la cena siempre vienen con vestidos de tu abuela, de Almacenes Arias. Si cada vez que sale a la calle, pisha, los obreros se ponen a trabajar, nunca le han tirado un buen piropo, vamos, que sólo le guiñado el ojo, el francotirador...

Bueno, no nos despistemos. Comienza la cena, cada uno se centra en su plato y el silencio va impregnando el salón. Nosotros, como cualquier hijo de vecino, cenamos en el salón, preparado para tal celebración.

En ese momento, la película entra en el terreno del suspense... Nunca sabes por donde va a empezar la bronca. Y en mi casa siempre empieza igual, con el abuelo y el nieto, porque claro, el niño es menor de edad y está abstraído con su propia película de animación.

Vamos, que se pasa toda la noche jugando a los Pokemon con la Game Boy y diciendo: “Evoluciona, Pikachu, evoluciona”... ¿Y por qué no evolucionas tú un poquitín, eh, chaval?

Ahí llegamos al núcleo central de la película, que siempre es dramático. Comienza el abuelete:
-¡Deja ese cacharro ya y cómete las papas, coño! Lo de coño sobra, pero ya está dicho.
-¡No me da la gana, ya no tengo hambre!,
contesta el niñato...
-¡Que te las comas o te estampo una leche con la mano abierta!, replica el abuelo...
-¿Padre, quiere dejá de una puta vez en paz ar crío, coño? ¡¡Me va a amargá la Nochegüena!!, salta enfurecida la madre...
-¡Pero si es que lo estáis malcriando, con tanta plamplina!, el viejo vuelve a la carga, erre que erre...

La discusión va aumentando de tono, y de repente aparecen en la película, elementos de pura ciencia-ficción. El salón de tu casa se llena de platillos volantes. Bueno, de platillos, vajillas, cuchillos, hasta los de cortar la plastilina, cucharillas, natillas, tortillas y hasta las sillas echan a volar.

Pero los ánimos terminan por apaciguarse, y a medida que el vino peleón, empieza a hacer efecto, la película se torna en un musical americano, porque el abuelo coge una botella de anís der mono y una cuchara, y empieza con aquello de: (ruido de cuchara rascando la botella) ¡Crin, quiririn, crin! (a ritmo de jota) "Tócame la minga, Dominga, que vengo de Franciaaaaa, tócame la minga, Dominga, que lleva sustanciaaaaa...“

Entonces, todo el mundo se ríe, se relaja y la película vuelve al tono de comedia que tenía al principio, pero más patética todavía si cabe. Empiezan a verse camisas desabrochadas, cobran protagonismo los michelines, y como la película se acerca al clímax final, se escucha el tema principal de la banda sonora, o sea, la “Sinfonía en Do Mayor para eructo y pedorreo”.

Esta película suele tener tres finales diferentes. Para las parejas jóvenes, casi siempre acaba como una película clasificada X, con final feliz, como los buenos masajes. Hey, tú ya me entiendes, pelirroja, a que si, eh... Como me sonrie la joputa... Si hay alguno que se indigeste con la cena, para él acabará como Urgencias, en un hospital. Y para mí... siempre acaba igual. Como El pajero... digo, el llanero solitario ¡ejem!...

Y fijaos si mis cenas familiares son como una película, que hasta voy a hacer merchandising con ellas. Los platos rotos de mi cena familiar, la botella musical de mi cena familiar, y representando a mi sobrino, un muñequito con una Game Boy y un montón de papas fritas en la cabeza. Puede parecer divertido, ¿verdad?... pues no lo es. Porque esta película tiene una semejanza con otras como Qué bello es vivir o Mary Pompas, digo Mary Poppins, y es que las tendrás que seguir aguantando una Navidad detrás de otra.

Las cenas de Nochebuena nunca han sido de mi agrado, pero yo no puedo quitar una tradición, así que a cenar y a ver que pasa después…

Bueno muchachada, público expectante, el pescao ya está vendio por hoy. Muchas y sinceras gracias por todo, por haber reído algunos a mandíbula desencajada y, por supuesto, saludos cordiales nuevamente. Lo dicho, hasta la próxima, pecadores de la pradera...

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