domingo, 6 de julio de 2008
Guión
de un monólogo
Hola, muy buenas noches, noches señores y señoras, señoritos y señoritas. Respetable público. Antes de comenzar el monólogo, les tengo que contar, que tengo un pequeño problema, no caigo muy bien a la gente. ¿Tú, por ejemplo, el de la camisa a cuadros del rincón? ¿Qué opinas? Que te caigo bien... Eres un gilipollas, un tontolaba... Lo veis, así nunca puedo caer bien. Pero esto es bromita, al que le caiga mal, que se rasque, así de claro.
Después de esta mentira piadosa, hoy les voy a contar una historia verídica como la vida misma, pero ya muy lejana, un poquito rancia, en blanco y negro, vamos, que yo era un crio.
De niño recuerdo, entre otras muchísimas cosas, que a mi casita llegaba, puntual cada semana, el ¡Hola!. No digo más revistas por no hacer publicidad gratuita, coño. Cuando la habían visto y requetevisto mi madre, mi abuela, mi hermana, la shasha, etc... llegaba a mis manos y recuerdo sus páginas llenas de saraos y fiestas benéficas a lo Ferrero Roché, y a los famosos en reportajes playeros (si era verano), todos recordareis a la famosilla bióloga, ¿no? O veía a los famosos ante el árbol de navidad (si era invierno). Pero lo que siempre me sorprendía, y hasta me cabreaba, por absurdo, era el trato dado a las infantas.
Por aquella época, Elena y Cristina eran dos adolescentes, más bien feúchas, para que nos vamos a engañar, sobre todo Elenita, que se ha quedado todavía, visualmente, más incomoda de ver. Vamos, la gente decía que era un cayo malayo. No lo digo solamente yo. Las infantas parecían vestidas por su peor enemigo. Pues bien, cada vez que aparecía su foto en la revista, bien con ropa de diario o con unos horrorosos trajes de satén rosa fucsia o verde que te quiero verde, los del ¡Hola!. Escribían unos pies de foto increíbles. Algo así como: La Infanta, espectacularmente bella, en la recepción en honor de... Espectacularmente bella, tócate los huevos...
Créanme, no era el término más adecuado para esas dos chicas en plena edad del pavo. ¿Por qué, en contra de toda evidencia, esos halagos chuscos y exagerados? Por un pacto no escrito que durante años la prensa y la familia real mantuvieron. Un pacto de no agresión. Un pacto, que con el tiempo se ha ido desdibujando. Por qué no se puede decir, ni harto de whisky, que la infanta Elena esta medio regular siquiera. Es más fea que la pipa de la Thatcher, coño.
Lo que le ocurre últimamente al Rey don Juan Carlos I de Borbón y no se que más, es producto de esa larga costumbre (hecha ley) de ser cortesanos untuosos y redichos con el jefe del Estado y su familia.
El veto comenzó a levantarse con los más alejados de la figura del monarca: primos veletas a lo Gonzalo de Borbón, sobrinos juerguistas, yernos con un punto de dantismo hortera. Y poco a poco, el cerco mediático se fue estrechando hasta alcanzar al mismísimo don Juan Carlos, Juanca para los amigos, el Príncipe Felipe y su indecisión a la hora de pasar por el altar y, por supuesto, la maledicencia que desató Leticia Ortiz (una mujer con pasado, con pasado oscuro, como dice Peñafiel). Luego vino el ya famoso ¡por qué no te callas!, de una rabieta de Su Majestad con Hugo Chávez. La pregunta del millón es, fue o no fue oportuna… Por lo menos fue graciosa, muy graciosa. Vamos, yo todavía me parto la caja cuando lo recuerdo...
Después de la parrafada de Juanca, siempre para los amigos, viene la separación de los Duques de Lugo. A Marichalar habría que hacerle un monumento por haber dormido durante años en la misma cama con Elena de Borbón, por haber copulado con ella. Que cojones tiene el Marichalar, es mi ídolo.
El problema es que el Rey, Su Majestad el Rey, se acostumbró a ese mirar para otro lado de los medios. Y como se hace mayor, muestra un punto cascarrabias que no le conocíamos. Todavía no es como el gran Fernando Fernán-Gómez, pero todo llegará.
El problema es que, una vez abierta la veda, es muy difícil dar marcha atrás. Y si la monarquía quiere sobrevivir, habrá de aprender a digerir la crítica. Sin las requetementiras piadosas del ¡Hola!.
Bueno, ya lo dejo por hoy, que a la famila real la he untado bien de sobrasada. Que yo ni soy, ni no soy monárquico o algo parecido, eh... No se vayan a confundir ustedes. Yo soy culé y cuando el Barça juega mal y pierde lo critico, no mucho, pero lo critico. Vamos, que no soy sumiso. Muchas gracias a todos y todas las presentes, chao pescao.
Después de esta mentira piadosa, hoy les voy a contar una historia verídica como la vida misma, pero ya muy lejana, un poquito rancia, en blanco y negro, vamos, que yo era un crio.
De niño recuerdo, entre otras muchísimas cosas, que a mi casita llegaba, puntual cada semana, el ¡Hola!. No digo más revistas por no hacer publicidad gratuita, coño. Cuando la habían visto y requetevisto mi madre, mi abuela, mi hermana, la shasha, etc... llegaba a mis manos y recuerdo sus páginas llenas de saraos y fiestas benéficas a lo Ferrero Roché, y a los famosos en reportajes playeros (si era verano), todos recordareis a la famosilla bióloga, ¿no? O veía a los famosos ante el árbol de navidad (si era invierno). Pero lo que siempre me sorprendía, y hasta me cabreaba, por absurdo, era el trato dado a las infantas.
Por aquella época, Elena y Cristina eran dos adolescentes, más bien feúchas, para que nos vamos a engañar, sobre todo Elenita, que se ha quedado todavía, visualmente, más incomoda de ver. Vamos, la gente decía que era un cayo malayo. No lo digo solamente yo. Las infantas parecían vestidas por su peor enemigo. Pues bien, cada vez que aparecía su foto en la revista, bien con ropa de diario o con unos horrorosos trajes de satén rosa fucsia o verde que te quiero verde, los del ¡Hola!. Escribían unos pies de foto increíbles. Algo así como: La Infanta, espectacularmente bella, en la recepción en honor de... Espectacularmente bella, tócate los huevos...
Créanme, no era el término más adecuado para esas dos chicas en plena edad del pavo. ¿Por qué, en contra de toda evidencia, esos halagos chuscos y exagerados? Por un pacto no escrito que durante años la prensa y la familia real mantuvieron. Un pacto de no agresión. Un pacto, que con el tiempo se ha ido desdibujando. Por qué no se puede decir, ni harto de whisky, que la infanta Elena esta medio regular siquiera. Es más fea que la pipa de la Thatcher, coño.
Lo que le ocurre últimamente al Rey don Juan Carlos I de Borbón y no se que más, es producto de esa larga costumbre (hecha ley) de ser cortesanos untuosos y redichos con el jefe del Estado y su familia.
El veto comenzó a levantarse con los más alejados de la figura del monarca: primos veletas a lo Gonzalo de Borbón, sobrinos juerguistas, yernos con un punto de dantismo hortera. Y poco a poco, el cerco mediático se fue estrechando hasta alcanzar al mismísimo don Juan Carlos, Juanca para los amigos, el Príncipe Felipe y su indecisión a la hora de pasar por el altar y, por supuesto, la maledicencia que desató Leticia Ortiz (una mujer con pasado, con pasado oscuro, como dice Peñafiel). Luego vino el ya famoso ¡por qué no te callas!, de una rabieta de Su Majestad con Hugo Chávez. La pregunta del millón es, fue o no fue oportuna… Por lo menos fue graciosa, muy graciosa. Vamos, yo todavía me parto la caja cuando lo recuerdo...
Después de la parrafada de Juanca, siempre para los amigos, viene la separación de los Duques de Lugo. A Marichalar habría que hacerle un monumento por haber dormido durante años en la misma cama con Elena de Borbón, por haber copulado con ella. Que cojones tiene el Marichalar, es mi ídolo.
El problema es que el Rey, Su Majestad el Rey, se acostumbró a ese mirar para otro lado de los medios. Y como se hace mayor, muestra un punto cascarrabias que no le conocíamos. Todavía no es como el gran Fernando Fernán-Gómez, pero todo llegará.
El problema es que, una vez abierta la veda, es muy difícil dar marcha atrás. Y si la monarquía quiere sobrevivir, habrá de aprender a digerir la crítica. Sin las requetementiras piadosas del ¡Hola!.
Bueno, ya lo dejo por hoy, que a la famila real la he untado bien de sobrasada. Que yo ni soy, ni no soy monárquico o algo parecido, eh... No se vayan a confundir ustedes. Yo soy culé y cuando el Barça juega mal y pierde lo critico, no mucho, pero lo critico. Vamos, que no soy sumiso. Muchas gracias a todos y todas las presentes, chao pescao.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.