sábado,
23 de octubre de 2004
Guión
de un monólogo
Hola, muy buenas noches, noches, soy Jorge,
no doy mis apellidos, porque, creo, que sólo voy a venir hoy. Si ven
los que llevan el tinglao
éste, que no se ríe ni Blas, que ni siquiera arranco una mísera
sonrisa, aun siendo en plan hipócrita, creo que no me volverán a
llamar. De todas formas, que no se preocupen, por Dios, que ya les
llamaré yo. Eso, por descontao.
Pero bueno, ya que estamos aquí, vamonos al lío, venga ya, vamos
que nos vamos...
Quien haya entrado
en mi correo electrónico, que no lo voy a dar a desconocidos, verá
que casi siempre tengo el mismo letrero. Bueno, a ti, chiki,
te lo doy luego, vale... No, no es el típico mensaje de No
disponible, vuelvo enseguida, estoy al teléfono, salí a comer,
o estoy
durmiendo, estoy viendo la tele,
no, tampoco. Estoy
jugando a los médicos.
Ese es mi mensaje, puro y duro. Ahora mismito, estaréis pensando
que, menos
lobos Caperucita,
y lo veo lógico, sino no me explico bien.
Para empezar, no
estoy todo el día dale que te pego, como
Nacho Vidal,
no. Ojalá fuera así, pero desgraciadamente, no. Por mi consulta, ya
que estamos hablando de jugar
a los médicos,
pasan alguna que otra paciente, más bien pocas, diría yo. Pero
alguna si que pasa. No soy un licenciado en Medicina, siempre
hablando en plan irónico, pero tampoco soy un curandero de tres al
cuarto, no. Por ejemplo,
Nacho Vidal, volviendo
a nombrarle, tiene ya el título de Doctor
Honoris Causa...
Y todo este tema
sale de que una tarde, triste y gris, bueno, no era triste y gris,
pero ¿queda bien, verdad? Esa tarde entre en la tienda de una amiga,
nos pusimos a charlar y, no se porque, siempre acabamos hablando de
lo mismo, de sexo, sin tapujos, sin cortapichas,
digo, sin cortapisas.
Anteriormente,
salió el tema de vivir solito, como un servidor, de profesión,
Rodríguez permanente. Ella me preguntaba, una y otra vez, que si me
alimentaba bien, si solía hacerme habitualmente la comida y la cena.
Que almorzar siempre en la calle, es mu
malo para el bolsillo y para el estómago, según me dijo ella. Y que
si comía en casa, no debía de tirar de las latas por antonomasia.
Aunque digo yo, con rotundidad, que la fabada de la abuela, es
insustituible en mi dieta mediterránea.
Pasando ya de temas
culinarios, nos metimos en la casa, haciendo gran hincapié en la
limpieza y me preguntó también, yo creo que mi amiga es prima
de Karmele Marchante, que cosa más preguntona.
Que si sabía planchar, le contesté sinceramente que no, que si
fregaba, le dije, que a regañadientes, pero si, y me preguntó
también que si sabía coser. Mi respuesta fue tajante: “No,
no tengo ni puta idea de coser”.
No coso na,
porque no se ni enebrar la aguja. Si a los
calcetines le salen tomates, van directamente al archivo vertical,
conocido habitualmente, como papelera o cubo de la basura. Lo que
tendría delito es saber coser y no practicarlo. Manda
huevos.
Es como que yo se jugar
a los médicos,
pero no lo practico con asiduidad, y claro, se me olvidará. Bueno,
tampoco es eso, no estoy a dos velas, pero si a una.
Yo, cuando era
joven, todavía lo soy, sabía hablar inglés, pero como no lo he
practicado, no se decir nada más que yes.
Si en alguna entrevista de trabajo, me preguntan que si hablo el
inglés, siempre contesto, yes.
Es mu
arriesgao,
porque como al tío,
le de por preguntar algo más, la
cagaste Burt Lancaster.
Pero la vida hay que tomársela, por lo menos yo así me la tomo,
como un riesgo puro y duro. A mi no me va mal así, me va de puta
pena,
pero sobrevivo, me río y disfruto de la vida, que no se donde lo he
leído, son dos días o tres telediarios.
Bueno, muchas
gracias, y si me aplaudís,
estáis colaborando con los más desfaforecios,
como un servidor. Gracias otra vez. Cuidaros mucho, y si alguna está
mu
malita, que se pasé por mi consulta, no hace falta, ni pedir cita...
Gracias, os debo
una Mirinda.
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